El egoísmo en los niños pequeños podría tener su origen en la falta de maduración de la corteza prefrontal, comprender que esta, su sistema en desarrollo.
Lic Christian Angel Hernandez
Padres y docentes dedican gran parte del tiempo de enseñanza a que los niños aprendan a compartir, pero los pequeños pese a estos esfuerzos parecen hacer oídos sordos y tienden a comportarse a favor de atender sus propias necesidades.En el juego del dictador cada participante recibía un número determinado de fichas que luego podían canjear por regalos. Una de las consignas que debían cumplir, era la de compartir sus fichas con otro niño, quien de modo pasivo debía aceptar lo que se le entregaba. En cambio en el juego del Ultimátum, quien recibía las fichas podía no aceptar lo que se le daba y en ese caso, ambos lados terminaban con las manos vacías.
El estudio arrojo como resultado, que existían marcadas diferencias entre los niños más grandes y los más pequeños. En el juego del ultimátum, por ejemplo, en donde es necesario ser capaz de adaptar el comportamiento para no quedarse sin recompensa, los mayores en su mayoría pudieron hacerlo, cosa que no sucedió con los de menor edad.
Para observar la correlación entre estas diferencias y la actividad cerebral, los científicos ampliaron el primer estudio, escaneando los cerebros de 28 niños a través de resonancia magnética funcional, mientras jugaban los juegos antes mencionados. Logrando detectar que en los niños mayores se encontraba más activa la corteza prefrontal, cuando debían modelar su conducta.
Los lóbulos prefrontales son el área más evolucionada del cerebro y están asociados con el grado de comportamiento estratégico, así como con la capacidad de control de impulsos. Su maduración se va completando a medida que pasan los años, el hecho de que los niños no compartan de manera justa, aún cuando sería estratégicamente inteligente de hacer no se debe atribuir a la mala comprensión de lo que constituye una división justa, sino a la maduración tardía de una región del cerebro que es importante para el control de los impulsos.
Este trabajo permite a padres y docentes comprender mejor a los niños y a considerar que es necesario estar atentos en ciertas situaciones en donde pueden surgir conflictos entre hermanos o compañeros de aula. A los pequeños les resulta más fácil entender un concepto que ser capaz de modelar la conducta, algo que exige mayor capacidad de los lóbulos prefrontales.
Los mayores muchas veces sabemos que algo no es correcto y nos decimos: “no debo hacer esto, no debo hacer aquello”. Y sin embargo no podemos modelar la conducta y nos encontramos haciendo cosas que luego nos traen inconvenientes. Si bien nuestra corteza prefrontal está madura no tenemos un buen desarrollo de la función de veto de los impulsos, desconocemos la fuerza de los mismos y su relación con nuestra supervivencia. Aún con la corteza prefrontal madura es más fácil “decir” que “hacer”.
Si a nosotros nos cuesta modelar nuestra conducta, imaginemos lo que es para un cerebro aún en desarrollo. Este trabajo nos permite neurosicoeducar la empatía y ser capaces de ponernos en el lugar de nuestros pequeños.
Fuente: Max Planck Institute for Human Cognitive and Brain Sciences
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